El viejo mira al cielo del Sahara que relaja un momento su sol implacable con una nube de langostas. Y se le alegra el corazón del que solo le asoman los ojos. Es el maná del pueblo tuareg, la suerte y la abundancia.
El viejo mira el cielo castellano con su nube de langostas y maldice. Y se le enturbia el corazón. Es la plaga, el castigo, la destrucción.
Son las mismas langostas voraces y deliciosas.
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